
AZULINACIONES
por Jorge Dávila Vásquez
Azulinaciones es un inmenso juego de palabras, desde el título mismo. Pero es también, y fundamentalmente, el desgarrado retrato de un mundo.
Natasha Salguero arremete con una bravura insólita contra el lenguaje convencional y contra modos de ser y sentir típicamente burgueses.
Su novela es reveladora de la crisis de un momento de desarticulación de valores y moldes vivenciales y de actuación social, característica de los años sesenta y setenta, pero no del todo superada.
Es este un libro valiente, sin falsos pudores. sin mentiras: un libro dirigido a un lector maduro. Los timoratos experimentarán ante él una sensación de repulsión, talvez insuperable.
La idea de que la novela femenina – o escrita por mujeres- puede ser rosa o amable, cae ante el vigor expresivo, ante la amarga ironía, la franqueza brutal y hasta desenfada de algunas páginas.
El sexo, la droga, las crisis concienciales de los personajes reciben un tratamiento descarnado, duro, pero en un lenguaje que es lo más alejado posible del realismo chato y lo más próximo a las nuevas tendencias del novelar. La autora sorprende por su dominio del material narrativo y marca un hito en la historia del joven relato ecuatoriano.
La experimentalidad del texto, su abierta utilización de la jerga y de la desarticulación voluntaria de la lengua, ponen el límite a formas constructivas usadas por distintos autores entre nosotros; cualquier otro intento en este campo tendrá a esta novela, sin remedio, como punto de referencia y como el más alto logro dentro de la modalidad.
La lectura nos lleva por momento a regiones francamente abismales, pero el lector no termina descorazonado: siente que aletea al fin algo semejante a la esperanza.
AZULINACIONES
O un testimonio individual del Quito que rodeó a la autora
Por Adolfo Macías
Corren los años sesenta, final de una década en la que se aventuraron algunas ecuaciones extrañas como aquella que identifica a cristo con el Ché o a la revolución con los alucinógenos (Carlitos Marx a orillas de río con árboles de mandarina y cielo mermelada). Época de efusiones que se abrían paso entre las grietas de la ortodoxia militante. Época de crisis y desestructuración en el seno de la familia y de la tradición religiosa.
En este ámbito vive Graciela, personaje central de “Azulinaciones”, con el que se identifica intermitentemente la narradora al pasar de la tercera persona a la primera, al monólogo interior. Amena historia de una experiencia y de un romance kitguensis (léase quiteño), contada con el auspicio de la coba, lengua peculiar de los grifos (GRIFO.- lat. gryphus, animal fabuloso con cuerpo de león, cabeza y alas de águila que mete cualquier canti de grifa de manera es crónica). Quien crea que tal argot imposibilita el diálogo y encubre un vacío intelectual, no está de más que heche una ojeada al libro.
Los personajes centrales son Graciela, el Maestro, Lucila y el Negro, entrelazados en un quadrivium sicológico en el que cada arista –cada uno de ellos- se sitúa en cierto punto cardinal. Luz y Graciela, por ejemplo, como la superficie y la profundidad de un lago, atraídas por mutuo imán. El Maestro y el Negro: uno con su bacanidad y otro con su dulzura, su natural amoroso.
Graciela, en el centro de este rombo nuevamente, llevando el hilo de Ariadna (¿el “hilo temporis”?) que le permite introducirse en la oscuridad del laberinto, donde busca la imagen de su propio enigma su íntimo reconocimiento.
A la sombra de esta kitgüensis en fleur (que preside todas las movidas del combo) se afana el maestro reclamando sus favores, el saperoco, burlado en el bosque por ambas amigas, el filósofo cabrío, insensible a la integridad espiritual y física de Graciela, que lo ama y de la que posteriormente se va tras la Vero, una linda burguesita.
En esto reside el feminismo tan mencionado de la novela (o sea en el machismo de un “liberado”) no en una ideología supuesta o un “mensaje”, que disminuiría su valor como obra de arte. Pues además de feminista podría ser llamada con justicia una novela mística, generacional, etc... sin preeminencias. O sea un testimonio individual del Quito que rodeó a la autora, Natasha Salguero, en aquel tiempo, sin que esto signifique estar ante un libro de memorias encubierto bajo disfraz literario.
En efecto, se trata de un libro escrito “sin alusiones personales”. Los personajes se apartan de la realidad inspiradora y quieren tomar vida, nacer al plano imaginario desde el que se impondrán al lector y lo conquistarán. En esto, sin embargo, reside una debilidad de esta novela. Los personajes no dejan su apariencia literaria para sumergirse plenamente en el curso de los acontecimientos, para humanizarse en el drama (sucesos de valor fundamental como la confesión del Negro sobre su homosexualidad, etc, aparecen un tanto superficialmente, impidiendo que el personaje adquiera, en estas ordalías, su individualización). Este déficit de interés sicológico es compensado sin embargo, por la riqueza verbal y anecdótica que ofrece el libro.
En efecto, el relato se presenta en una multiplicidad de capítulos (cuarenta y nueve en concreto) de dimensiones cortas, alternando recursos, combinando la escena y el resumen, la confesión, el monólogo interior y hasta el guión radial y cinematográfico. Imposible dormirse ante estos ardides de Penélope que nos hacen viajar por el libro permanentemente, sin contar con el humor indudable de las anécdotas (el robo del cuadro o la orgía fallida en casa de Lucila, por ejemplo).
En cierto capítulo se usa el discurso catedrático seguido de los comentarios cabalísticos, excéntricos, de Graciela y Co., a pie de página. En otro se da paso a la reflexión epistolar o penetramos en un vuelo alucinógeno:
“Sanpedrito ábrame las puertas del cielo y ya me voy es de retro sin darme ni cuenta y me voy de manos a boca con un arroyuelo canta el agua y en la quebrada revientan racimos de orquídeas moradas y violetas y carmesíes como fachalinas de longa rasgadas al viento cantan los eucaliptos danzan las hojas de plata vuelan las tórtolas responden las flores se levantan iendo en romería/ caecí en un prado/ verde e bien cencido/ de flores bien poblado/ logar cobdiciaduero/ para omne cansado/…”
Pero la mala hora le llega a Graciela, el abandono amoroso, la experiencia en cana, la muerte del Negro, precipitan el final de la novela. El tiempo aparece entonces como actor y se insinúan las profundidades de una experiencia que no logra ser sino meramente esbozada.
En suma, un libro seductor por el estilo y la diversidad de recursos, la recreación del lenguaje y de los ámbitos de una generación
DESEMPOLVEMOS LA FE, CREÁMONOS POR PRIMERA VEZ
Por Huilo Ruales
LOS ACTOS DE LANZAMIENTO son generalmente tristes/
Como telegramas antiguos/
Como funerales soñados/
Tantos ojos sin fe viendo en el acuario la repetida
pirueta del delfín artificial llamado Elogio/
Su ampulosa anatomía cayendo sobre el ominoso silencio de las obras/
Salvo por un arrebato suicida a causa de la soledad
Urbana, o para dar fin con aquella preciosa nuca
Que siempre se esfuma, asistimos a esos actos
Como tironeados por una cinta negra/
Diligentes, retrasados, arribamos entre murmullos y palmadas
Directo a los omóplatos/
Como deudos de un muerto centenario
Ante el cual es incongruente la congoja/
Ante el cual nos va muy bien la solemnidad/
Más adentro de la pelambre, sin embargo,
Estamos irremisiblemente tristes/
Con esa ambigua tristeza que parece carecer de ombligo/
Una tristeza que nos alcanza holgadamente para todos:
Espectadores, apologistas, autores/
Es que hay algo como si entre todos supiéramos que nada es cierto/
Como si entre todos respiráramos la atroz sospecha de que no existimos/
De que sumamos entre todos la bruma y las vendas con las que
Un alguien gigantesco, mefítico, nos sueña/
De que quizá tosemos y nos amamos con las uñas
En tanto esbozos de personajes de una gran novela
Que aún no se ha dado en nuestra tierra/
Por ello en el hueco de la fe se nos hospeda en estos actos la Tristeza/
Y resultamos padres sin hijos, acostumbrados a la desgracia
Reiterante del aborto/
Se requiere que la madrugada nos tome de las solapas
Y sus dedos de mago nos extraigan de la boca esa tristeza/
Y la serpentina aquella de la cólera/
Para aceptar nuestra estatura comprimida en esa palabra
Como verbo y glándula: Mezquindad/
Entonces si, como un trino podemos escuchar:
Nuestra Literatura No Se Ha Hecho Todavía/
Y ese “Todavía” que es el diapasón de la frase,
Nos suena a Verso, a esperanza./
LOS ACTOS DE LANZAMIENTO deberían ser extirpados de raíz/
O subsistir solamente en caso de mutarse a actos profanos/
Paganos/
Se debería elaborar un imaginativo Manual Para Orientar a los
Autores y Editoriales en cuanto al festejo se refiere/
Nace un libro y se lo festejaría como un acto pagano/
Como por ejemplo un bautizo de pueblo o de campo:
A nadie le importa la peluda cara de primate del niño bautizado y,
Mientras él duerme disfrazado de niñojesús en una yarda de tela espejo,
Tirado entre ponchos y otros guaguas al fondo de la casa,
La fiesta se adueña de la casa, de la luna, de la manía persecutoria
De las gallinas, del alba/
Y que viva todo el mundo, incluido el motivo de la fiesta: o sea
El bautizo, pero no el niño/
Ni mucho menos su porvenir/
Solo, el libro, ya tendrá tiempo y obligación de descender al mundo/
Como un simple aullido casi imaginario/
O como un ángel de la anunciación a posarse en el muro del lector/
O como una enfermedad que en él se hará carne de su carne/
O, en el mejor de los casos, rodará por el mundo luciendo
En su ceño el maldito estigma de la inmortalidad./
Por todo lo dicho quizá debería estar lejos,
Festejando el bautizo de una novela que, con toda seguridad,
Va a defenderse por sí sola.
HACE POCOS SIGLOS,
cuando la Galería Charpentier hacía de almohada
de la Casa de la Cultura, en la mesa 7 de la Cábala
cayó, sobre la urdimbre
De tintos y tabacos, el manuscrito de una novela/
Su autora era una mujer que debía llegar a las seis en punto
y que llegó, mucho gusto
Natasha Salguero, a las ocho y tanto de la noche
Y en medio de una ola de seda a lo Isadora Duncan/
La literatura es maravillosa porque pese a las coincidencias
No tiene ningún parecido con la realidad/
Y la realidad suele ser fofa, mala actriz, cuando se las quiere dar
De literatura
Y el manuscrito de la Natasha no era aún literatura/
Era la memoria suya de los 70 que le fluía de los ojos,
Del pecho, de la cabeza/
Una y mil veces la Natasha borró y fue de nuevo/
Hasta que paulatinamente su voz de autora, su fidelidad a la memoria,
Se fue evaporando/
Cierto febrero la novela amaneció bautizada El Jardín de los Grifos, y,
Con la relatividad que permite el arte,
Concluida/
Hubo un conato de publicación en la Oveja Negra, por lo cual
Los originales del Jardín viajaron a Bogotá en donde, para condimentar
La anécdota, se extraviaron/
Y, luego de un largo silencio, casi exilio de la novela,
Aparece la noticia del Premio Aurelio Espinosa Pólit
Camuflada como si hubiera cometido un crimen
La novela es irreconocible en la noticia porque,
además del protector seudónimo masculino,
la novela había cambiado de nombre.
A los pocos días y a plena luz aparece el nombre de Natasha Salguero
Como su autora y entonces el regocijo, y, de guinda,
Esa como puñalada de polvo por la espalda: el que
Al Jardín y a sus grifos se les haya encerrado en ese globo
De humo y voces llamado Azulinaciones
Leyendo la versión definitiva de esta novela que es la que hoy se bautiza,
Sin temor a nada afirma que nos han nacido gemelos por lo menos:
Una novela seria, moderna, autónoma
“cual la pompa con relación a la pipa de yeso” como grafica Cortázar;
y una escritora fresca, valiente, talentosa.
Nuestra literatura está ensordecida por diálogos de ventrílocuo
Nuestra literatura, casi por completo, parece haber sido
No escrita sino aplanada/
Sus personajes se mueven como los dibujos animados de las series
Galácticas monstruosamente infantiles/
En esta novela, en cambio, ocurre la vida, no la de nuestro lado
Sino la que precisa una novela para ser vida/
Azulinaciones es sin elogios una novela narrada por su propia boca o bocas/
Dos personajes traman y caen en su trampa que no es otra cosa
Que una triste y sencilla historia de amor/
Graciela o Ciela o Gracia, y el Lenguaje/
Tal parece que es entre los dos el amor desfasado que viven, se duelen,
Se violan, se tajan. Aunque Graciela sea un personaje
En busca del adentro de Otro, lo que encuentra y no encuentra es el
Lenguaje
Frontal y tierno, violento y extrañamente poético.
El lenguaje enrosca a Graciela y la redime, la fractura,
Porque así es la vida y la literatura: un desfloramiento con música y con
Sangre.
Ya no obedece Azulinaciones a la memoria, aquel abanico con rompimiento generacional, y memorias más chiquitas y peludas, desilusiones y daltonismos políticos, poesía en carne propia, el parapeto azul de la droga, su lunfardo, no recortado de la realidad a manera de collage rudimentario, no. Todo ese río de vida convertido en ficción, en un Quito que no es este ni sus personajes prolongaciones de personas cohabitantes nuestros.
Esto se llama a boca llena Literatura Ecuatoriana Actual
Un desfile de ampollas que en un desorden perfecto suman la novela Azulinaciones/
Se diría que por nuestros ojos transcurre un híbrido de El Bosco y Godard/
Voces y personajes de uno de los tantos Quitos,
Del Quito de Azulinaciones/
Como si hubieran sido atrapados vivos, o como ciertos personajes
Que nos deambulan, que nos atraviesan en este otro Quito
Y que parecen más bien escapados de una novela como esta,
Extraviados, salidos del tiempo, o con sus pasos yendo hacia
Una novela que todavía no se escribe o se está escribiendo/
Vallejo, Neruda, Adoum pronunciados, vivientes solamente para los habitantes de Azulinaciones/
Y la música saltando al borde de cualquier frase, oportuna, palpitante/
Cierta, para ser leída con el oído/
Y ese humo como un ángel fugaz de la droga extendiendo sus alas
De azúcar para la sed de otra imposible vida
Y el lunfardo fresco, vigoroso, poético regando la totalidad de
Azulinaciones/
La Natasha Salguero es una legítima escritora/
Valiente como para asumirse nada más que como un demiurgo
En la elaboración de la novela
Valiente, por irrespetar los buenos e hipócritas códigos
De nuestra preceptiva literaria
Y Flamante porque nos presenta su primera novela que,
Como todos los seres vivos, tiene errores: esporádicos roces maternales, sobredosis del argot, muy excepcionalmente (reitero: es el manejo del argot uno de sus grandes logros) y quizás alguna artificialidad en el andamiaje general de la novela/
En todo caso, y sin remilgos, una novela brillante,
Con alma/
Un libro rebosante de salud que no precisa del rito paranoico
De la extremaunción, ni de ese primer auxilio denominado
Respiración de Boca a Boca/
Desempolvemos la fe, el entusiasmo/
Acaba de sucedernos una digna novela/
Acaba de saberse que tenemos ya una escritora contemporánea/
Natasha, nos merecemos una fiesta.
AZULINACIONES
Por Abdón Ubidia
La autora declaró, en una entrevista concedida al autor de la presente nota, que uno de los propósitos que le llevaron a escribir esta novela era el de “...demostrar un modo de amar quiteño, quizás ecuatoriano, o propio de las mujeres ecuatorianas; un modo muy pasivo de amar y por eso la evocación constante a nuestra música es uno de los puntos más fuertes de la novela...”
Pero hay que decir, además, Azulinaciones es una de las mejores novelas ecuatorianas de los últimos tiempos. Escrita con un lenguaje impregnado de una coba (jerga) asumida desde dentro, explorada, explayada, poetizada, narra, sin prisa, con una sabia, paciente firmeza, la historia de un grupo de muchachos metidos en un cosmos marihuano y bohemio, muy propios del Quito de los años setentas.
Esa historia es, sin embargo, la crónica de una profunda búsqueda de sentido de una existencia que discurre entre el vacío, la marihuana, las conversaciones interminables, las aventuras locas, el amor y el humor, todo un mundo difuso, furtivo, que se escapa siempre porque puede ser que solo sea ilusorio.
La protagonista, Graciela, joven, la viva imagen del desamparo, deambula por las calles de Dios, presa de un destino que no es ni la radical rebeldía ni la radical ruptura con el orden establecido, a la manera de los movimientos políticos de la década anterior, pero si, en cambio, la inconformidad, y la ironía y, desde luego, un decidido amor gregario que es el único patrimonio del grupo de amigos al que se ha integrado sin reservas.
El grupo incluye a Lucila, una muchacha tan “alocada” como la misma Graciela, pero, a diferencia de ella, muy segura de sus extrañas verdades y sus aventuras alucinadas. Lucila es la amiga más cercana de Graciela.
El núcleo fundamental de ese grupo de perdidos, que admite a quien quiera entrar en él y no retiene a nadie, está formado por el Maestro, un jefe espiritual nato que, a la postre, será el gran amor de Graciela; el Enano y sus ímpetus socialistas; el Negro que quiere escribir una novela y termina suicidándose, acaso por no poder asumir su homosexualidad.
Mientras la vida de Quito, Kitgua en la coba de la obra, es descrita con ironía y humor desde una óptica grifa, hacia la desoladora, estremecedora fase final, en donde la soledad triunfa por sobre los escombros de lo que fuera la existencia afanosa, tierna, del grupo.
Porque la historia que Azulinaciones narra es por sobre todo la de una disolución, la de una dispersión: una historia que empieza ya a configurar una tendencia literaria ya definida en nuestra literatura, tan marcada por lo social y lo gregario.
El grupo como refugio y tribu. Como hogar sustituto y pretexto de sentido existencial. Como hecho real y como utopía. Pero también como una gran metáfora de varios niveles que resume, en sí misma, tanto la nostalgia de un país (Estado nacional) que cobijaba a una comunidad que, desde un sueño ideológico por demás conocido, se pretendía unitaria; cuanto y, de otro lado, la real experiencia gregaria, propia de los adolescentes de los años sesentas y setentas.
Pero el grupo también es una realidad lingüística. De él nace la jerga, la coba, como lenguaje cifrado, secreto, críptico, que lo identifica y limita, que lo resguarda y marca. Porque la jerga (la coba) tiene esa misión precisa: constituirse en clave, en marco de identidad y juego participativo. Pero siempre desde un inevitable desplazamiento semántico cuyos procedimientos son al menos dos: uno en el plano de la asociación (metáforas cómicas, sobretodo en los apodos, y otra en el plano sintagmático (inversiones silábicas constantes: drocua por cuadro, etc.)
Al respecto, hay que decir que Azulinaciones es un formidable experimento de lenguaje: una exploración, un inventario y, además, un juego.
Un juego que siempre será fiel a sus propias reglas. Por ejemplo, la novela contiene un glosario de términos propios de la coba. Hasta allí, nada nuevo: las viejas novelas del realismo social, con un afán entre desconfiado y didáctico, también lo incluían. Solo que en Azulinaciones las palabras glosadas nos remiten al propio espacio lingüístico de la novela: están explicadas no en términos académicos sino precisamente con otras palabras sacadas de la coba. Con lo cual la obra se cierra espléndidamente como una caja de resonancia que contuviera sus propios sonidos y armonías.
Felicitaciones a Natasha por haber pasado con holgura la prueba de la primera edición – y eso es lo que hoy festejamos-. Felicitaciones a Abrapalabra por dar un nuevo paso, tan firme, en el camino editorial que tan bien lo están caminando. Por último, felicitaciones a ustedes que comprarán la novela y se deleitarán con ella tal y como nos pasó a nosotros, hace un tiempo, cuando Azulinaciones ganó el Premio Nacional de Literatura Aurelio Espinosa Pólit.
ENTRE EL EQUILIBRIO Y EL KAOS EXISTENCIAL
Por Williams Kastillo
jamás imaginé que sus personajes hiperbólicos aún podían confabular el gran golpe saltando de tecla en tecla, fusilando -desde la otra coherencia- nuestra aletargada mediocridad con sus exóticas e inquietantes historias, donde el retrato de un mundo típicamente burgués busca sobrevivir a su propia muerte transmitiéndonos, obsesivo, el testimonio de su realidad y de su leyenda
equilibrio y kaos existencial; locura y voluntad de vivir como los estetas; círculos de una espiral infinita, dolorosamente asumida por una generación de azulinados que gozó poéticamente los electroshocks y el rock; que miró desconcertada el escenario y el escandaloso pugilato pseudo-político de todos los días; incongruencias cotidianas y absurdos lógicos de aquellos pomposos caballeritos de silicón, maravillados por la concupiscencia y dos o tres teorías psicoanalíticas mal digeridas y empíricamente aplicadas
de estos u otros parecidos desencantos nacen los lunáticos; la excéntrica novelista que organiza sus metáforas en los sótanos de una discoteca mientras sus parceros bailan sobre los tejados... La Graciela maldita capaz de meterse en un vagón lleno de bufones y desde ahí recrear la estupidez humana, la sinrazón de todo conocimiento filosófico, esotérico y científico...para finalmente acceder a un nivel de pureza y desnudamiento donde todavía es posible comer flores y pan, manicomios y balazos
superar la contradicción entre el sueño y la realidad para crear una hiperrealidad supone dislocar los ejes de un mundo matemáticamente dispuesto al aniquilamiento del ser humano; implica, desde luego, anteponer nuestra íntima condición de magos y alquimistas para superar el odioso pantano de apariencias que nos ha sido confiado como verdad absoluta, como axioma irrebatible. ¡De allí que el enfrentamiento es a muerte! De esa supraconsciencia del estigma, no puede esperarse sino un inmenso juego de palabras, un lenguaje laberíntico, un punto de vista tan original e irreverente que clava sin piedad en los lectores su más firme y polémica condena
Azulinaciones es Amor y Sexo; Sexo y Juego; Quinta dimensión y Hastío; Viaje, Deseo y Muerte... y no solamente esto, sino ante todo: la crítica corrosiva a una pequeña burguesía sin incentivos, sin más aspiración que el ascenso burocrático, sin otra necesidad que la satisfacción gástrica entre bambalinas y la consecución de falsos valores.
¿Entonces? Fabular y fabular como último escape; sumergirse en el reino mágico del sexo, las crisis concienciales; evidenciar, desde luego la inocultable necesidad de reconquistar la maravilla perdida, de cuestionar el sistema pedagógico imperante; romper y liquidar de un solo manotazo los infames arquetipos a los que estamos expuestos. He quedado azulinado.
Y EL LENGUAJE: BELLO, ATORMENTADO, FUSIONÁNDOLO TODO
Por Susana Cordero de Espinosa.
“Cuarenta y siete cuadros, o episodios, o retazos de historias, en diversas maneras confeccionados”, son, para Manuel Corrales, las Azulinaciones. Yo a esos cuadros los llamaría capítulos: pues todo capítulo es retazo de historia, aunque sea descripción o acontecimiento... Cuarenta y siete capítulos perfectamente entretejidos, entramados, en la alternancia de la narración, las conversaciones, el monólogo interior de Graciela o de otros personajes, las cartas, el poema, el diálogo de Graciela consigo misma, en el desdoblamiento de un tú amado a quien se habla desde un yo – tú mismo, y el guión de telenovela, son oportunidades para ir fundando los diversos lenguajes, los diversos seres, entrecruzados en todas la circunstancias del lenguaje a que nos someten, en nuestros días, los medios de comunicación, la falsificación o la veracidad.
Estos capítulos están atravesados por personajes distintos, que viven en la misma sociedad distintas soledades y formas de mirar y de mirarse, y el ansia de libertad, manifiesta en la manera de cada uno, tal como en la vida; los personajes ponen la existencia, el ejercicio de su crítica al ámbito de la ciudad en que transitan: van de un lado a otro con sus sueños, con su poesía, con su muerte propia. Están unidos sí, pues ellos, Carepalo, Clavel, el Maestro, el Negro, Don Pablus, el Enano, Lucila y Graciela, y algunos otros menos presentes, diluidos en la ficción, y sin embargo reales, pertenecen a un grupo joven universitario-político-doméstico que experimenta, en el saber, en los libros, la posibilidad de ser y de vivir distintos, y se aventuran en todas las búsquedas posibles; el amor, la droga, la poesía, sin estridencias, sin escándalos, suave, como en la vida, imaginando independizarse de criterios, prejuicios y verdades alienantes...
No hay en la novela manifiesto alguno, tesis ninguna. La presencia de la inquietud en cada personaje, que acaba por manifestar, sin disquisiciones sicológicas, la suprema imaginería de sus convicciones...
Graciela es el personaje principal, y asume, en medio del relato omnisciente, su punto de vista de protagonista para hablar de sí, para hablar de los otros, para contar desde su propia voz. En el tapiz que entretejen los actantes, se dibuja un ámbito estético y social cuyas exigencias no quieren sacrificarse, y que sin embargo va dejando su impronta sicológica negativa o positiva, en cada uno de ellos. Entre esas, el machismo gana la partida: el Maestro, a quien Graciela, Gracia, Chela, Ciela, Cielo, Cielito –ten diversa como todos los nombres de su propio nombre, y tan ella misma- llega a amar sin egoísmos, ha estado enamorado de otra, de una mujer totalmente distinta a aquel tipo humano que él quería personificar, el de revolucionario, apasionado del vivir indígena y de su causa, sin ambición de dinero o de poder, que trabaja por los otros y por la dignidad de todos. Abandona a Graciela, con cuyo amor quiere, sin embargo, seguir contando a favor de sus exabruptos de macho, de su violencia para amarla, de su prescindencia de los auténticos sentimientos de Cielo, Chela, Gracia... Ella comprende entonces, con el hijo en su seno, la deleznabilidad de ese Maestro con quien todos contaban, pero tampoco lo condena. Hay ámbitos, caracteres, sueños en todos nosotros que pueden salvarse, que nos salvan...
No creo pertinente hablar de temas: el de la política, el del machismo, el de la rutina, el de la liberación femenina; el tema fundamental, el de la amistad. No hay voluntad alguna de presentárnoslos fuera de cómo viven los personajes, de cómo se asumen a sí mismos. Lo que está en el trasfondo de este trabajo de extremadas arte y lucidez, es una sabia mirada sobre este entorno, para recrearlo y entregarnos en la ficción un retazo auténtico de vida verdadera, siempre posible, y siempre pasible de perfección...
Todo esto, estos mismos personajes han podido pensarse y crearse en obras distintas, y así ha sido. Largo sería enumerar las novelas y cuentos que, en el Ecuador, se han ocupado de vidas parecidas, desde la década de los setentas. En esta ficción, y en todas las ficciones, es la forma la que cuenta, el uso del lenguaje, y aquí, su profunda, estupenda creación y recreación.
Desde el principio, Natasha Salguero se propuso, como novelista:
Intentando una seria nota del lenguaje. Tratando de usar y bailar un idioma vivo, sabido, saperoco, lejos de la Real Lengua... Es la nota de canti de tegen, ¿no? Eso no es nuevo. Todos los mejorcitos han hecho eso de alejarse de las academias y de tal y pascual y maribel...
Dice el Negro, que se propone escribir una novela con el lenguaje de su propia vida:
No estoy tratando de inventar la divina pomada. El asunteque es que ío, tu carnal Marcelo, aquí presente, escribo como hablo, y no para ser nuevo, le dernier cri, sino para ser como soy nomás. Aquí y ahora, afuera y mañana, chévere si lo ha hecho, estuviere haciendo, camellare canti de la gente...
La intertextualidad, la conexión de textos de poetas, novelistas, críticos, maestros, políticos, en el desarrollarse de la narración, es lúcida, vivísima. Tal en la conversación de los panas, adúos, en el cuarto de uno de ellos:
LA GRACIELA.- Y si después de tanta historia sucumbimos,/ no ya de eternidad, sino de estas cosas sencillas, como estar/ en la casa o ponerse a cavilar. Y si luego encontramos de buenas a primeras, que vivimos, a juzgar por la altura de los astros, por el peine y las manchas del pañuelo. Más valdría, en verdad, que se lo coman todo, desde luego.
EL ENANO (enojado).- Ustedes viven viéndose entre los tres, como que estuvieran en un limbo. Y uno queda como una bestia.
EL CAREPALO.- Vanidad de vanidades.
LA GRACIELA.- Usté cree que es pura nota. Lo que pasa es que Vallejo nos cogió, digamos, in fraganti en el alma...
Las transformaciones morfológicas de una palabra para nombrar, en distintos momentos, a la misma persona: Lucila, Luz, Luci, Luzbelle, Luciérnaga; Graciela, Gracia, Chela, Cielo, Cielito, Chela, Gacela. Las enumeraciones, caóticas o no:
... ganaban el hambre la fiebre la soledad la pesadilla el terror el espanto de los jóvenes que habían creído el cuento de la Patria y llegaban a defenderla dispuestos a entregar la vida mil veces oh Patria y la entregaban en efecto tras del espanto de quedarse incomunicados en la selva, dañado el único radio transmisor que había en cien kilómetros a la redonda, perdidas las patrullas, sin brújula ni agua ni sírvete y el espanto de la Amazonía con sus millones de insectos enormes, con sus millones de flores maravillosas que no se pueden comer, con sus perfumes exquisitos, llena de árboles tan altos y de ramaje tan tupido que no deja sino sus gigantescos troncos y raíces, sin que pueda pasar la luz del sol, y cuando pasa es todavía peor, selva calenturienta húmeda espesa pantanosa, diezmando al ya famélico ejército.
Leemos, en el párrafo anterior, entre las enumeraciones, una frase de García Márquez: “los jóvenes que habían creído en el cuento de la Patria...”; un verso del himno nacional: “mil veces oh patria”; un segmento de verso de Vallejo: “ni agua, ni sírvete”; un lugar común sobre la selva: “sin que pueda pasar la luz del sol”: y el lenguaje bello, atormentado de Salguero, fusionándolo todo...
Narración fácil en apariencia, surge toda entera como una conversación entre amigos, en la que se entrelazan descripciones de perfecta sintaxis, incluso en el ansia de violentarla... Toda la erudición de esa juventud ansiosa de saber cruza los diálogos, y la ironía del narrador, de la protagonista, del Negro, que tras de la seriedad con que ven la vida, encuentran su lado desgarrado, su sutura imposible y la manifiestan con una, dos palabras, apenas, que nos devuelven a la irrisoria realidad... Letras enteras de canciones, como las que se juntan para darnos el ambiente de la noche del cinco de diciembre, en Quito, y muchas otras, en situaciones en que están como pez en el agua; inicios de capítulos de telenovelas, guiones de escenas enteras, o el terrible monólogo interior dialogado: el yo de Graciela habla a Graciela de tú, para manifestar como nunca su división por haberse deshecho del hijo, por haber ido definitivamente contra su moral, la moral de la vida...
Ahora quiero morirme, no por la imposibilidad de ese amor, sino por haber roto la llama sagrada de la vida. Es mi moral la que se ha quebrado de violencia, mi moral fundamental: el amor a la vida. Yo me doy porque me da la gana, y eso el man no lo entendió nunca, y nunca tampoco rozó la esfera más escondida de mi ser, la intocable. Nunca me vio, demasiado ocupado en sus propios espejos...
Y eso es lo que somos, son estos personajes de Gracia, Graciela, estos amigos, manes, parceros, adúos, espejos de nosotros mismos, espejos de los otros, espejos de nosotros, los otros. Espejos con un tiempo que se inicia y se acaba, y se da cronológicamente en la novela. Pero también con tiempos subjetivos, el de cada cual, el tiempo de que dispuso el Negro, al disponer de su vida para nada; el tiempo del Maestrito, en la entrega política, en el desmadre, en la desilusión, en la traición y en la pequeñez final. El tiempo de la Luz, su hijo en el tiempo, su descuido, su indiferencia, su sentido de la amistad... El tiempo de Graciela, tiempo de descubrimiento, tiempo de Gracia, de regreso y de reencuentro...
“Azulinaciones” es un libro lleno de conciencia, lleno de belleza, un libro atravesado por el hilo de la poesía, poesía él mismo, del que no podemos retractarnos...
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