
UNA PROA QUE SE ABRE CAMINO EN LA NOCHE URBANA
Por Eliécer Cárdenas
La autora es muy conocida en la narrativa, en la que obtuvo un merecido reconocimiento con su novela Azulinaciones, que obtuvo el Premio Nacional de Literatura Aurelio Espinosa Pólit que otorga anualmente la Universidad Católica de Quito. En poesía, Natasha Salguero desarrolla una textura particularmente válida en el actual contexto de la lírica. Sus textos se desenvuelven en una suerte de encantamiento de la palabra, proferida como una voz de libertad, de elección de lo amado y de contemplación existencial. Lo erótico en sus poemas no es algo ostensible, sino surge de la combustión pasión-liturgia de la palabra.
“La palabra atraviesa la noche - nos dice uno de sus textos- la noche alcanza su máxima sonoridad / la palabra rasga la faz de la noche la palabra es una adarga que sostiene el emblema de la noche / la noche atraviesa la palabra”
Poesía como conjuro y salmodia. Una de las virtudes más antiguas de la palabra poética es su postulación como un encantamiento o una invocación, un llamado a los poderes exteriores. Cuenta el italiano Antonio Tabucchi que cierto grupo indígena de la selva amazónica tiene una iniciación poética en el enfrentamiento del joven bardo con el silencio de la noche, a la que, solitario, impreca. ¿A quién van dirigidas esas palabras sin no las escucha nadie? Se pregunta Tabucchi, y de inmediato se responde: van dirigidas al corazón del poeta que las profiere. Es decir, la poesía es siempre un descubrimiento propio, para luego lanzarse como una flecha hacia el conocimiento de los demás. Natasha Salguero sabe de este poder intrínseco de la palabra dicha, primero en voz baja, casi íntima en la escritura del texto, que luego irá multiplicada al otro, a los otros, a las otras.
En la poesía de Natasha Salguero hay además una profunda sensualidad, un pronunciar las palabras con sensaciones táctiles o sabores, con contemplaciones morosas de su estructura. Por ello, cada palabra parece ponderada, elegida, puesta en su preciso lugar. Tarea nada fácil puesto que en ella van puestos los cinco sentidos del exigente oficio de la poesía.
La intimidad de la poeta es revelada, pero a través de las mediaciones del texto. La autora es y no es en los textos; su voz son las personas de la dramaturgia griega, es decir las máscaras que paradójicamente sirven no tanto para ocultar sino para potenciar un gesto, un sentimiento, una actitud o una pasión. Fernando Pessoa acertaba al decir que el poeta es un fingidor, y ante la perplejidad que podría producir esta afirmación, agregaba: “Es que poetizar es fingir un sentimiento de tal modo que parece que es más verdadero que el real.” El texto poético requiere este desdoblamiento, o distanciamiento si se quiere, de la persona autor o autora y de la voz que vertebra el texto.
“Se prenden las luces de la ciudad vagabunda / he perdido mi pequeña sandalia / mi frágil imagen se desdibuja.”
Nave Palabra es, en efecto, una proa que se abre camino hacia la noche urbana. Es perceptible en los textos esa presencia de la urbe, como condición existencial, sus espacios fragmentados, su nocturnidad plena de posibilidades; se abren las opciones del sujeto poético hacia el sentido del cuerpo, las interrogaciones, la soledad, el desencanto, la urdimbre de esperanzas y desesperanzas, la marginalidad, lo transgresor. En suma, se trata de textos anclados en la posmodernidad, donde lo fugaz trata de ser aprehendido, intenta tornarse en un espejo donde mirar jirones fugaces, sombras, apariencias o meras alusiones. De ahí la carga plenamente actual de los poemas de Nave Palabra.
“Es el silencio. ¿Cuál es la palabra que persigues en tu navegación nocturna?/ Es el silencio, aunque en torno hay una lluvia de palabras.”
Las palabras poéticas, en efecto, se desarrollan como contrapunto al silencio clamoroso, si vale la expresión, de las palabras no – palabras. La palabra poética se salva aboliendo a las palabras que no son sino merecedoras del silencio. Natasha Salguero ha construido con versos de extraordinaria tersura una airosa nave palabra, que reclama a sus lectores y lectoras como pasajeros en un viaje hacia los rumbos de la noche.
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